Para Alberto Pizarro, el asunto primero de la poesía es la existencia y la vinculación de la misma a la erosión permanente del tiempo; aunque, y aquí viene lo fundamental, nuestro poeta no se limita nunca a «contar su vida», esa redundancia que haría inútil dicho ejercicio. Prefiere -al hilo de aquella mirada reflexiva- dar fe de determinados hallazgos cuya perplejidad lo obliga a establecer su palabra en un límite siempre abierto a la inminencia, a la incertidumbre de lo posible. Entre 1970 (Cenizas) y 1981 (Vesalio 24942) Alberto Pizarro abrazó el oficio de la poesía convencido -así lo dijo- de que debería ser «un mensaje directo al hombre, con el cual pretendo salvarlo». Esta antología reúne poemas de todos sus libros, así como otros inéditos o que sólo aparecieron en revistas.