El buen hacer de esta dama que siempre fue fiel a sus convicciones fue tan extraordinario que la autoridad competente le concedió el tratamiento de Ilustrísima Señora, honor del que nunca hizo gala. Su sencillez se lo impedía.
Siempre estará viva en el recuerdo, por su capacidad de compartir los avatares y alegrías de la vida, por la que pasó con paso firme, andares lentos, sin histrionismos, suave, silenciosa y elegante como el vuelo de una mariposa.