Ecos multiplicándose en la sala de espejos del lenguaje, sonidos suspendidos en el asombro del verbo y lo que en el verbo calla. Encrucijada de voces, pentagrama de palabras por donde la risa rezuma y resuena para alejar las imágenes que el miedo trama, para volver más ajenas las lentas geografías de la muerte. Sonidos, hablas, voces. Signos vivos, la escritura revive el ruido y el ritmo de sus ensoñaciones. Esto no es un libro. Es un territorio para la escucha. Abolidos los márgenes del silencio. Como un náufrago que adivinase los rastros de las olas en la caracola junto a su oído.