Herrera
insiste, como pensara Paracelso, en la fuerza de la naturaleza operando en el
cuerpo del hombre. Las obras de José Herrera son así, en realidad, trazos del
espíritu, destellos de lo transcendente en lo sensible. No es, pues, extraño
que su pieza Cuerpo de la luz (2006) sea un espacio de invocación de la luz
interior, de esa vida espiritual que la violencia y el desgarramiento del mundo
niegan cada día.